(Héctor Márquez – Psicólogo Clínico y Teólogo).-
Después de este artículo espero no ser tildado de homofóbico, pues se ha convertido en regla general que quien adverse algún punto del tema homosexual es un cavernícola, un ser discriminatorio y despreciable que debe ser juzgado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos… Respeto a todas las personas sin importar sus posturas ideológicas y preferencias. Pero, al igual que cualquier ciudadano del mundo, eso sí, con sensatez, ciencia y respeto, me siento libre de manifestar lo que creo, en esta oportunidad sobre la adopción de niñ@s por parte de parejas gays o lesbianas.
Ya son varios los estudios serios hechos sobre el tema de niñ@s criados por parejas homoparentales. Un acucioso estudioso del tema por varios años es el especialista en psicopatología infantil, Dr. Maurice Berger, quien es también jefe del servicio de psiquiatría en el Centro Hospitalario Universitario de Saint-Étienne y miembro de varias comisiones interministeriales para la protección de la niñez en Francia. Berger afirma que el lobby homoparental utiliza el engaño proveniente de serios defectos metodológicos con muestras minúsculas y ridículas para hacer creer a la opinión pública que no hay diferencias entre niñ@s criados por parejas heterosexuales con niñ@s criados por parejas homosexuales.
Por su parte, el profesor Mark Regnerus de la Universidad de Texas, apoyándose sobre el examen a 3.000 niños crecidos en el seno de 8 estructuras familiares diferentes a partir de 40 criterios sociales y emocionales, concluye que los niños criados por lesbianas son los que peor estado presentan, con un aumento estadístico inquietante de depresiones en ese grupo. También refiere que el 23% de los adultos provenientes de hogares homoparentales dicen haber sido a menudo víctimas de abusos sexuales. Después del análisis Regnerus concluye que «la unión conyugal estable del padre y la madre biológica sigue siendo el entorno más seguro para el desarrollo del niño». Todas las demás combinaciones, según él, perjudica a largo término el equilibrio del niño, sean cuales sean las cualidades humanas y educativas de los homosexuales, cosa que no está puesta en tela de juicio.
La psicóloga clínica y forense de California Trayce L. Hansen analiza las circunstancias que rodean a los hijos en los matrimonios y en el seno de parejas homosexuales partiendo de la constatación de que «hombre y mujer hacen aportaciones diversas a la crianza de los hijos, cada uno de una forma singular e irrepetible por parte del otro». Ella refiere cinco asuntos que considera son razones para no apoyar la adopción de niñ@s en parejas homosexuales: 1) El amor materno y el amor paterno, aunque igualmente importantes, son cualitativamente distintos y dan lugar a relaciones paternofiliales diferentes. 2) Los hijos necesitan atravesar diferentes etapas en su desarrollo y para cada una de ellas necesitan el referente de uno y otro sexo. 3) Chicos y chicas necesitan un progenitor del sexo opuesto que les ayude a moderar sus propias inclinaciones vinculadas a su género. 4) El modelo de relación homosexual fija patrones de comportamiento sexual en el que las normas y convenciones se rompen para abrirse a experiencias ajenas al individuo. 5) Si en nombre de los derechos y la igualdad se termina considerando normal cualquier tipo de unión, las repercusiones emotivas y psicológicas que semejante colección de situaciones tengan sobre las psiques y la sexualidad en el desarrollo de los niños serán negativas.
También el prestigioso psiquiatra español Enrique Rojas habla en contra de las adopciones homosexuales refiriendo que el niño es sometido a lo que él llama un experimento: «el niñ@ no puede pronunciarse, le falta el referente masculino o femenino y, sobre todo, carece de información en un momento clave para lo que será su futuro como persona. Un niño adoptado por una pareja homosexual va a tener una personalidad más endeble, inmadura, insegura, inestable y con autoestima baja. Por otro lado, todo niño adoptado siempre tiene una problemática de aceptación de la adopción (¿quiénes son mis padres?, ¿de dónde procedo?, etc.). Pero en este caso, además, la pregunta es «de dónde procedo yo» y «por qué tengo yo estos padres que me han adoptado, con unas características distintas a las naturales y habituales».
Soy de los que piensa que el matrimonio homosexual no redunda en el mejor interés de los niños y niñas. Y aunque podamos comprender el estado de ánimo de los homosexuales que desean casarse y tener hijos, no podemos permitir que nuestra compasión hacia ellos anule nuestra compasión hacia los niños. En la contienda entre los deseos de algunos homosexuales y las necesidades de todos los niños, no podemos permitir que los niños salgan perdiendo.
En el Libro inspirado de arriba hay un clamor por preservar la vida tal como Dios la entregó, sin alteraciones ni conjuros hedónicos investidos por filosofías huecas: «Tú me hiciste con tus propias manos; tú me diste forma. ¿Vas ahora a cambiar de parecer y a ponerle fin a mi origen de vida?» (Job 10:8).
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