(Liliana Daymar González – Periodista).-
«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).
Estas palabras de Jesús han sido malinterpretadas, hay quienes creen que ser un pacificador es quedarse cruzado de brazos viendo el comportamiento incorrecto. Pareciera que buscar la paz significa callarse, o en el peor de los casos, habituarse a situaciones malsanas con el fin de evitar la confrontación.
Un real pacificador confronta los problemas en amor, justicia y verdad, porque la conducta nociva debe ser corregida venga de quien venga. Cuando nos hacemos los desentendidos frente a las faltas que cometen nuestros hijos, por ejemplo, estamos favoreciendo la mala conducta y el pecado.
En la Biblia encontramos pasajes que nos hacen meditar en el tema. Cuando el sacerdote Elí se enteró de que sus hijos profanaban las ofrendas del Señor y se acostaban con rameras en el templo, se limitó a advertirles que estaban en boca de todo Israel a causa de su mal proceder, mas no corrigió la grave falta. ¡Craso error! Su debilidad hizo que el castigo divino cayera no sólo sobre su familia sino sobre todos los israelitas, pues él era también juez del pueblo. Y dijo el Señor: «Le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos se han envilecido, y él no los ha reprendido» (1 Samuel 3:11-13).
Dios juzgó severamente aquella afrenta. El ejército de Israel fue vencido en la batalla contra sus enemigos, hubo una gran matanza en la que también murieron Ofni y Finees, los hijos de Elí, y el arca del pacto (la presencia del Señor) fue capturada por los filisteos. Al conocer la noticia, Elí se fue de espalda, cayéndose de la silla donde estaba sentado y murió desnucado.
Esta es la consecuencia de consentir la pornografía, la promiscuidad, las orgías, las borracheras, la vagancia, la homosexualidad, la brujería, la santería dentro de nuestros hogares. La conformidad y la no reprensión de las faltas de nuestros hijos nos harán perder la presencia de Dios sobre nuestras vidas. «Porque ha si ha dicho el Señor: Yo honraré a los que me honran, y a los que me desprecian serán tenidos en poco» (1 Samuel 2:30).
En otros pasajes bíblicos vemos como la confrontación bien llevada produce beneficios. En 2 de Samuel 22, leemos que el profeta Natán confrontó al rey David por su pecado de adulterio y asesinato. A veces, es preciso mostrarle a alguien (así sea a nuestros superiores) sus errores para llevarlos a un estado de arrepentimiento, a la búsqueda del perdón y la reconciliación.
Debemos tener mucho cuidado a la hora de confrontar, pues no se trata de ponerse los guantes de boxeo y subirse al ring. La confrontación al estilo de Jesús es un puente hacia la paz en las relaciones humanas. Cristo dijo: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo» (Lucas 17:3). La persona madura espiritualmente es la que busca el lugar y el momento oportuno para encontrarse cara a cara con el otro y resolver los conflictos mediante el diálogo sereno y respetuoso.
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Gracias, . . . obviamente que buscar La Paz en toda su dimensión , precisa de nuestra integridad, gracias . . .