(Fernando Alexis Jiménez – Pastor).-
La bebé de pocos meses de nacida comenzó a llorar. Primero quedamente, luego con más fuerza. La intensidad de su llanto no disminuía. «Calla esa niña» dijo el esposo mientras daba una vuelta en su cama, para quedar frente a la pared.
La escena se había repetido siete meses, desde el momento en que la trajeron a casa. «No puedo obligarla a que se calle», dijo la madre con angustia. «Tú verás qué hacer, pero que me deje dormir», replicó su esposo. La mujer miró el reloj. Eran las dos de la mañana. Desesperada, comenzó a golpear la niña. «Cállate» gritaba una y otra vez. Horas después, la infante ingresó a un hospital de San José de Costa Rica en estado de coma. Presentaba lesiones en el cráneo y diversas fracturas. Las provocó su progenitora.
Los padres, Roxana y Walter, acaban de ser condenados a treinta años de cárcel. «Ojalá allí aprendan a ser mejores padres», argumentó uno de los abogados que intervino en el proceso.
Aprendiendo a disciplinar
¡Cómo es de importante saber disciplinar a nuestros hijos! A ser padres no se aprende en la universidad ni hay cursos por correspondencia que nos orienten cómo ser mejores papás. Pero si clamamos a Dios, podemos alcanzar la sabiduría necesaria para ofrecerles la mejor orientación.
Los golpes y los gritos no enseñan, traumatizan, que es distinto. Es necesario que la disciplina vaya acompañada de sólidos principios e instrucción sobre lo que es correcto. «Instruye el niño en su camino, y aunque cuando fuere viejo no se aparará de él» (Proverbios 22:6).
El maltrato no puede proseguir. Permitirlo, es legar generaciones futuras llenas de resentimiento y violencia. Sólo permitiendo que Jesucristo tome control de nuestros hogares, podremos construir mejores familias.
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