(Liliana Daymar González – Periodista).-
Nuestra tendencia general es hacia la queja, nos enfocarnos en lo que nos falta, olvidando agradecer las bendiciones que recibimos del Señor cada día. Los israelitas permanecieron postrados en el desierto 40 años y no pasaron a la tierra prometida ni disfrutaron de las promesas que el Señor había contemplado para ellos, por causa de la murmuración y la queja. Cuando te quejas del trabajo, del cónyuge, del país, de la gente, estás perpetuando tu permanencia en el desierto. Lo que desata la bendición, el favor y el poder de Dios en una persona, familia y nación es el agradecimiento. Dar gracias en cualquier situación y por todas las cosas, es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús (1ª Tesalonicenses 5:18. NVI). Agradecer en tiempos de salud y de enfermedad, en tiempos de abundancia y de escasez, en tiempos de paz y de guerra es reconocer que Dios es bueno, que su amor es eterno y que su fidelidad no tiene fin (Salmo 100:5).
Tal vez te resulte muy difícil ser agradecido cuando no tienes trabajo, dinero, cuando la enfermedad toca tu cuerpo o cuando la economía de tu país está en quiebra, sin embargo, es en esas terribles circunstancias donde el agradecimiento al Todopoderoso desata provisión y multiplicación.
De seguro recuerdas el pasaje bíblico donde un niño proveyó su almuerzo a una gran multitud, el cual constaba de cinco panes de cebada y dos pescados. Pero ¿qué es esto para tanta gente?, preguntó Andrés. (Juan 6:8). ¿No es esta la pregunta que nos hacemos nosotros todo el tiempo? ¿Qué hago con tan poco, lo que tengo no me alcanza? ¿Te acuerdas lo que Jesús hizo con aquella porción de alimento? Dice la Biblia: «Jesús tomó en sus manos los panes y, después de dar gracias a Dios, los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los pescados, dándoles todo lo que querían» (Juan 6:11. DHH).
Toma en tus manos la provisión que Dios te ha dado, sea mucha o sea poca, y da gracias por ella, compártela con los que tienes menos que tú y verás el poder de la multiplicación sobre tu vida. Nada te faltará. Serás saciado, comerán tú, los tuyos y los que están alrededor de ti, recogerás en sobreabundancia aquello por lo que hayas dado gracias (Juan 6:12). Cualquiera que sea la situación por la que estés pasando, ¡créele a Dios! Sé como ese niño que con un corazón lleno de agradecimiento y expectante a recibir un milagro, cedió lo único que tenía. Ese día se recogieron doce canastas llenas de los panes y los pescados que sobraron. Imagino a aquel pequeño saltando de alegría, alabando a Dios por lo que Él es, por lo que hizo, y por lo que hará. No temas, no mires la circunstancias, agradece en todo tiempo, por lo bueno y por lo malo, porque «Mi Dios -declaró Pablo- les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19. NVI).
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