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¡Detente!, y descansa, Liliana González de Benítez

Trabajar sin descanso es un pecado que nos lleva a desobedecer a Dios y a desgastamos física y emocionalmente

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La mayoría de las personas pasamos la vida cargados de trabajo, el sistema del mundo exige demasiadas responsabilidades y compromisos diarios, parece que siempre hay algo por hacer. Sin embargo, Dios nos manda a descansar de nuestras ocupaciones. Trabajar sin descanso es un pecado que nos lleva a desobedecer a Dios y a desgastamos física y emocionalmente.
Numerosos estudios han comprobado que una persona que trabaja bajo presión aumenta su nivel de rendimiento debido a la adrenalina que genera su cuerpo hasta que llega un momento en el que se derrumba completamente. La sobrecarga de ocupaciones conlleva estrés, dolor físico y agotamiento mental. Ya lo dijo el sabio Salomón: “¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol?  Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!” (Eclesiastés 2:22-23. NVI).
“Me siento culpable cuando descanso” me dice mi hija cada vez que la animo a reposar de sus actividades académicas. Incluso me llama preocupada si se tomó una hora para ver televisión. Ella tiene la absurda idea de que perderá tiempo y no acabará con sus tareas diarias si deja de estudiar por un rato.
Durante una parada de planta en el Complejo Petroquímico José Antonio Anzoátegui, el operador de guardia sufrió una parálisis cerebral que lo llevó a la muerte debido al estrés y la falta de sueño.
Lo más sabio que podemos hacer es descansar. Dios descansó después de realizar su obra creadora (Génesis 2:3). Jesús durmió en una balsa durante una tormenta, se sentó en lo alto de un monte después de predicar un largo mensaje (Mateo 15:29), y nunca se sintió culpable por tomarse un merecido descanso.
Cuando no descansamos el trabajo se torna difícil, lo hacemos de mala gana, nos irritamos porque el tiempo no nos rinde y terminamos aborreciendo lo que antes hacíamos con agrado.
Eclesiastés 4:6 dice: “Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu”.  Necesitamos unas horas, un día, una semana, unas vacaciones donde el trabajo se detenga, donde dejemos de ocuparnos para que la quietud tome el control y nos envuelva. “Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?” (Eclesiastés 2:24. NVI). Si hoy te sientes agotado ¡Detente! Y descansa.

Liliana González de Benítez
Periodista y autora
lili15daymar@hotmail.com

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