“Los remedios amargos son los mejores”, decían los abuelos para estimular a los niños que tomaran los medicamentos que no tenían buen sabor. En el campo espiritual es normal que antes de todo ascenso o conquista haya una estación amarga en la cual muchos se desaniman y otros se regresan.
Horas antes de Jesús ser crucificado se reúne con sus discípulos y les manifiesta que no podrá seguir acompañándolos porque había llegado la hora de ser apresado, torturado y asesinado. Esta noticia fue “un balde de agua fría” para los discípulos quienes se llenaron de tristeza y frustración, a lo que Jesús le sale al paso diciéndoles: Les conviene que yo me vaya, porque de lo contrario el Espíritu Santo no vendría a ustedes.
Transcurrieron 50 días para que los discípulos recibieran al Espíritu Santo y conocieran su poder y gloria. Sus vidas fueron transformadas para siempre y pudieron terminar la misión evangelística con éxito. Todo cristiano que, siendo fiel a Dios, esté pasando por momentos tristes y amargos debe tener certeza de que su situación es la necesaria antesala de la dulzura de su victoria en Cristo.
Dios te bendiga.
Teófilo Segovia Salazar
Pastor y comunicador