(J. Lee Grady – Comunicador y escritor).-
Yo creo que Dios me mostró que Él está enviando una ola de su Espíritu para traer una reforma.
Más de 10 años atrás, tuve el sueño más vívido que jamás haya experimentado. Se lo conté a mi esposa tan pronto me desperté, porque era tan intenso. Las escenas todavía siguen grabadas en mi memoria.
Soñé que estaba de pie en el interior del Vaticano. Quiero que sepa que nunca he sido católico y nunca he visitado Italia. Pero en mi sueño, yo estaba en un pasillo adornado con columnas de mármol y un piso lujosamente pavimentado. Me acerqué a una enorme ventana en forma de arco en la que podía ver una vista panorámica de la ciudad del Vaticano.
De pronto, una gigantesca ola apareció en el horizonte. Un tsunami se avecinaba. La ola se acercaba cada vez más, pero yo no sentía pánico, aunque podía oír a la gente corriendo y gritando mientras se preparaban para el impacto. Me quedé cerca de una pared y me preparé.
Cuando la ola golpeó, el edificio palaciego comenzó a crujir y oscilar. Mesas antiguas, sillas, candelabros y estatuas comenzaron a deslizarse hacia un lado mientras el suelo se movía. Las lámparas colgaban en ángulos extraños. En pocos minutos, el piso estaba perpendicular al terreno y más muebles se vinieron abajo. El movimiento continuó hasta que el piso se convirtió en el techo. Más iconos religiosos, estatuas y pinturas se cayeron y se rompieron en pedazos.
En mi sueño, yo no me sentí ansioso por esta catástrofe. Tampoco me hice las preguntas obvias: ¿Cómo es posible que un tsunami pudiera llegar tan lejos tierra adentro hasta el Vaticano que está a casi 20 millas de la costa mediterránea? ¿Cómo podría un tsunami poner un edificio tan enorme al revés? ¿Y por qué no había agua en otras partes? Supe en mi sueño que lo que había presenciado era un acontecimiento espiritual.
En ese momento, escuché una conmoción en el otro extremo de la sala. Cuando me acerqué lo suficiente, descubrí a un grupo de monjas y sacerdotes católicos que estaban orando en el Espíritu Santo. Ellos tenían sus manos levantadas y estaban adorando a Dios con fervor, como si hubieran experimentado otro Pentecostés.
La atmósfera estaba cargada espiritualmente. Sin embargo, mientras esta gente oraba, un hombre vestido con un adornado atuendo religioso comenzó a gritarles con enojo en italiano. Evidentemente, no estaba contento con la forma en que estos católicos se estaban comportando. Esto me molestó, y empecé a reprenderle. Yo estaba orando en otro idioma, así que no sabía lo que estaba diciendo. Pero sabía que Dios estaba reprendiendo a los líderes que se oponían a su obra.
En ese momento, me desperté. Y sentí que el Espíritu Santo me decía: «Voy a sacudir la Iglesia Católica».
No creo que todos los sueños son de Dios. A veces, nuestro cerebro sólo piensa en tecnicolor mientras dormimos. Otras veces, el sueño es simplemente una reacción loca del subconsciente causada por la pizza de pepperoni que nos comimos antes de acostarnos. Pero en este caso, he llegado a creer que Dios me estaba mostrando algo grande que Él planea hacer.
El Papa Juan Pablo II todavía estaba en la oficina cuando tuve este sueño. El Papa Benedicto XVI vino y se fue, y esta semana, los cardenales eligen a un nuevo líder, en un tiempo donde los 1,2 mil millones de católicos están vacilando ante los informes de abuso infantil y los escándalos sexuales entre el clero.
Creo que un gran temblor está llegando al sistema católico, y tendrá un impacto tanto positivo como negativo. Dios no se complace con las estructuras artificiales religiosas (de cualquier denominación) que impiden a las personas a conocerlo. Y Él es firme cuando nos pide que derribemos los ídolos que hemos creado para ocupar su lugar. Al final, Dios siempre juzga la idolatría.
Por otro lado, Dios también se preocupa por los millones de personas en la Iglesia Católica que invocan el nombre de Jesús y que desean su presencia. Para ellos, la ola que viene del poder de Dios va a desatar una nueva hambre por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios no adulterada. A la vez que la corrupción es expuesta y las estructuras se tambalean, pienso que más católicos de todo el mundo experimentarán una reforma del siglo 21. Por supuesto, los tradicionalistas lucharán contra ella, pero la religión muerta es impotente cuando se enfrenta con un despertar espiritual genuino. Reformadores jóvenes de varias naciones desafiarán el sistema y dirán como Moisés le dijo a Faraón: «Deja ir a mi pueblo» (Éx. 5:1).
Sé que hay muchos de mis hermanos evangélicos que se han referido a los católicos como herejes, y no dan lugar para la redención o la reforma. Prefieren ver la caída y la incineración del sistema entero. Tal vez se olvidan de que nosotros también tenemos nuestros propios ídolos, de escándalos sexuales y corrupción institucional, y que necesitamos un tsunami espiritual que nos sacuda también. Me estoy preparando mientras oro. Envía la ola, Señor.
Vida Cristiana