Sin ignorar lo que la misma Palabra de Dios dice acerca de la persecución que la Iglesia de Cristo sufrirá en este mundo inclinado al mal y a la perversión moral, tema que por doloroso que sea le sirve a la humanidad como señal de la consumación de los tiempos y del inminente retorno de Jesucristo a juzgar al mundo y a reinar sobre él por mil años.
Los creyentes en Cristo siempre han sufrido de cruentas persecuciones, prácticamente desde el siglo primero de nuestra era, reyes, imperios y religiones antagónicas al cristianismo han dado cuenta de la ejecución de millones de cristianos a lo largo del tiempo; de ello dan fe los libros de historia y el tribunal inquisitorial. Pero en los últimos años esa tendencia se ha invertido; y que quede claro que jamás estaremos de acuerdo con la muerte de nadie, pero antes mataban a brujos, inmorales sexuales (de cualquier tipo) y herejes; actualmente a ese mismo tipo de personas se les defiende, se reforman las leyes para legalizar su depravación, entre otras causales de muerte en el pasado.
Es así como vemos con estupor cómo el mundo lamenta, condena y gasta espacios y tiempo en los medios y redes sociales para condenar el ataque terrorista perpetrado contra un lugar nocturno frecuentado por homosexuales en Orlando -que por cierto también deploramos, porque el único que juzga y decide el fin de una vida es Dios-, sin embargo hacen mutis ante las atrocidades y asesinatos bárbaros que sufren los cristianos a manos de los mismos terroristas y de fundamentalistas religiosos.
¿Y cuántos dicen «esta boca es mía», ante las injusticias, confiscaciones, atropellos y hasta muertes de los cristianos en Chiapas, México, a manos del mismo tipo de católicos intolerantes que en el pasado -sotana encima- torturaron y asesinaron a inocentes creyentes en la cruenta inquisición?; el Papa Francisco estuvo hace meses allí mismo y ni abrió la boca para deplorar la conducta de sus correligionarios chiapasinos.
Muy pocos levantan la voz para reclamarle a la minoría GLTB el atentar contra la institución familiar establecida por Dios al pretender legalizar las uniones contra-natura; el querer cambiar leyes, códigos y hasta constituciones para imponer su desviada manera de vivir, llegando al extremo de querer adoptar niños inocentes de lo que hacen contra ellos sin dejar que crezcan y decidan si desean vivir en condiciones a todas luces inmorales en esa suerte de «hogares» homoparentales. Si alguien osa oponérseles en defensa de la familia saltan con el desgastado argumento de que tienen «derechos humanos», como si los demás, LA MAYORÍA por cierto, no tuviera derecho de defender y mantenerse dentro de la normalidad y moralidad establecida por Dios.
En el mundo depravado de hoy parece que duelen más 49 gais en un bar que miles de cristianos (entre adultos, niños y ancianos) que están viviendo un verdadero genocidio por el único crimen de vivir en obediencia y adoración al Señor que les dio la vida y que en un madero, hace poco más de 2.000 años, les salvó de la condenación eterna. TODOS tienen derecho a la vida, pero lo que es inaceptable es que unos muertos pesen más que otros; que quienes tratan de vivir lo más santamente posible su fe en Jesucristo carezcan del mismo valor que quienes gastan sus vidas en relaciones contrarias a la que Dios estableció muriendo en un antro nocturno de perversión.
El lamentable caso del ataque al lugar nocturno de Orlando lo único que está mostrando es la degradación en la que ha caído el mundo, pero esa es otra de las más grandes señales de la inminente venida de Cristo y del fin de los tiempos terrenales. Esa actitud no parará hasta que tenga su mayor expresión con la manifestación del Anticristo, quien perseguirá a cristianos y judíos por el hecho de no sucumbir a sus perversos estratagemas y a la corriente religiosa ecuménica que desde ya se avanza en el mundo; religión sincrética que ha aceptado las uniones homosexuales y cada día se aleja más de la familia moralmente establecida por el Dios verdadero mostrándose complaciente con la comunidad GLTB.
He ahí el por qué hoy los gais duelen más que cristianos.
Gais duelen más que cristianos
Estamos claros que todas las criaturas de Dios tienen el mismo derecho de existir y desarrollarse independientemente si son morales o no, si son heterosexuales u homosexuales; todo eso cabe dentro del libre albedrío que nuestro creador nos legó, a fin de cuentas será Él quien juzgará el proceder de cada quién para retribuir lo que cada uno se merece de acuerdo al patrón de vida que nos dejó establecido en la Biblia.