Hoy vamos a hablar de la verdadera revolución; de la que preocupa a los «revolucionarios» política e ideológicamente, así como a todos los enemigos de Dios o a aquellos que le oponen resistencia a su pueblo. De la revolución que le hablaremos es de la violenta con fines pacíficos, ¿cómo es posible eso?, veámoslo juntos.
A saber, todas las revoluciones que se han dado en el mundo a lo largo de la historia, armadas o no, han generado crisis y confrontación. Algunas han sido con fines loables, otras con intenciones nada buenas. Aunque Dios ha estado en medio de ellas o bien las ha permitido, jamás se compararán a la revolución con fines pacíficos y redentores.
Según el DRAE, revolución es un «cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional. Levantamiento o sublevación popular. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa»; en definitiva es un cambio profundo, rápido y violento que genera un pueblo contra lo establecido porque ya no le rinde dividendo alguno.
Jesucristo dice que «desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12). Esa esa una revolución espiritual pacífica, aunque violenta.
La revolución espiritual que trae cambios en las personas y en la conducta colectiva, que en definitiva impacta positivamente a una ciudad o nación solo tiene una manera de darse, y es cuando el Espíritu Santo lo produce aun en medio de oposición y violencia. Es así como regímenes comunistas, totalitarios y fundamentalistas han sido impactados por el Señor para producir una verdadera revolución espiritual en pueblos y naciones; a ese «fenómeno» se le conoce como avivamiento.
Ningún régimen, imperio o sistema ideológico y político ha podido contra la voluntad de Dios, por muy violento que se haya puesto, la violencia pacífica de los creyentes en Cristo ha podido obtener la victoria y establecer, con la revolución del Espíritu Santo, el Reino de los cielos en los corazones, y naciones han sido cambiadas para bien. Aunque el Reino de los cielos sufra violencia y requiera violencia para establecerlo, no usa las armas de las revoluciones terrenales; porque «las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2ª Corintios 10:4-5).
Esos argumentos altivos son los que han establecido ideales y dogmas anticristianos, sobre los que han sustentado regímenes políticos, legales y sociales; sin embargo, el Espíritu Santo los ha doblegado y derrotado a todos con la revolución de Cristo, impregnada de amor, gracia y paz espiritual. El Evangelio, que es «la espada del Espíritu», trasciende por siempre y combate «todo lo que se levanta contra el conocimiento de Dios».
La ex Unión Soviética, el comunismo del siglo XX y el moribundo comunismo del siglo XXI, China y Corea del Norte, entre otros imperios nacionales, ni han podido ni podrán contra la revolución de Jesucristo. Para muestra un testimonio muy reciente:
Kenneth Bae, el prisionero cristiano coreano/norteamericano recientemente liberado por Corea del Norte, escribió un libro sobre sus dos años en prisión, denominado “No olvidado: La verdadera historia de mi encarcelamiento en Corea del Norte”. En él, Bae afirma que “para el gobierno de Corea del Norte, ser un misionero es lo mismo que ser un terrorista. Para el gobierno, el evangelio de Jesucristo es muy peligroso”.
“Mi crimen era ir ahí y orar para que Dios hiciera ahí lo que un día hizo. Por eso, me consideraron un terrorista peligroso”. Recordó que los fiscales le dijeron: “Ha intentado derrocar al gobierno con sus oraciones y culto”. Fue entonces cuando el misionero entendió que “realmente ven la oración como un arma”.
También escuchó a sus acusadores decir que él era “el peor delincuente y lo más peligroso que habían mantenido en el país desde la Guerra de Corea”. Al preguntar por qué se le consideró así, la respuesta lo sorprendió: “porque no hace el trabajo misionero solo, también invita a otros a unirse”.
Así ven a los cristianos las naciones donde las ideologías son ateas y anticristianas. No están lejos de la verdad, pues las armas espirituales (oración, ayuno y predicación del Evangelio) siempre han derribado imperios, desde el faraónico, pasando por el asirio, babilonio, medo/persa y romano; así como los modernos, ninguno puede prevalecer contra la revolución violenta del Evangelio de Jesucristo. Y, por cierto, Venezuela no será la excepción…
@GeorgesDoumat
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