El llamado que Dios nos hace es maravilloso, pero el transcurso de este es bien difícil

Si Dios te llamó llorarás
Si Dios te llamó tendrás guerras
Si Dios te llamó tendrás conflictos
Si Dios te llamó vivirás soledad
Si Dios te llamó te despreciarán
Si Dios te llamó te traicionarán
Si Dios te llamó te humillarán
Si Dios te llamó vivirás persecución
Si Dios te llamó pensarán mal de ti
Si Dios te llamó te usarán
Si Dios te llamó nunca será suficiente
Si Dios te llamó todos opinarán de ti
Si Dios te llamó recibirás los dardos de la crítica y la envidia.
Pero si Dios te llamó ten por seguro que estará contigo en todo momento.
El llamado que Dios nos hace es maravilloso, pero el transcurso de este es bien difícil. No podemos esperar que si nuestro Rey tuvo una corona de espinas, tener nosotros una corona de oro. Las marcas del Señor Jesús impregnadas están en nuestro corazón. El llamado lleva sacrificio, responsabilidad, entrega, dedicación. El llamado lleva lágrimas consigo, muchas lágrimas, y mucha oración.
Pero no hay nada mejor que cuando somos llamados por Dios a servirle sin medidas y sin reservas; es que no cuentas con nada pero a la vez lo tienes todo, es un sin número de emociones y sentimientos encontrados, es convicción de que estamos en el lugar correcto porque no hay nada más especial que cuando Dios llama por tu nombre y responder con toda seguridad: Heme aquí, Señor, envíame a mí.