Pero la respuesta que genera alegría exige una entrega adecuada. La gracia está en comunicarla con la actitud correcta

«¡Qué alegría saber qué responder! ¡Cuán buena es la palabra oportuna!» (Proverbios 15:23).
Han sido muchos los momentos en los que ante un planteamiento no he sabido qué responder. Mi mente cae en un shock y parece que se desconecta. Lo peor viene después, cuando logro recuperar mi ecuanimidad y proceso lo que pudo ser la respuesta. ¡Cuán mal me siento! Me veo como un tonto y me enojo conmigo mismo.
La virtud propuesta en nuestro proverbio se centra en la respuesta. Por un lado, está la satisfacción personal; la alegría inefable al responder adecuadamente. Y por el otro, el efecto en quien recibe la contestación. ¿Cómo lograr esta satisfacción? Luce fácil, pero considero que es como un arte que requiere cierto dinamismo personal.
Primero hay que asegurarse de que se tiene el conocimiento. La alegría viene del “saber qué responder”. Lo que implica que se tiene por lo menos una vivencia útil y apropiada. Generalizable en el buen sentido. La respuesta tiene que ser verdadera, razonada, pertinente y bien codificada que elimine toda ambigüedad.
Pero la respuesta que genera alegría exige una entrega adecuada. La gracia está en comunicarla con la actitud correcta. No será gozosa si es como una puñalada u oculta una vedada intención. Asumimos que posee la virtud liberadora de la verdad: aclara, edifica, corrige o advierte. Y en ese sentido es “buena” porque es “oportuna”. Mantiene su valor pues no es entregada a destiempo.
Por tanto, nuestra gota de sabiduría nos muestra el arte de la buena respuesta. La sabia y oportuna palabra que libera, nutre y edifica. Es gozosa y apropiada con un gentil toque personal.
Que el Señor nos ayude a dominar este arte. Él tiene la mejor palabra y la sabiduría adecuada. Si la necesitas puedes pedírsela.
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com