Por naturaleza somos egocéntricos. Siempre estamos enfocados en nuestros asuntos. Poco nos importa la situación de los demás. Sin embargo, cuando enfrentamos una crisis o vemos a otros experimentar una profunda pena, el egocentrismo pierde sentido y solo importa una cosa: el amor. Cristo vino a este mundo a enseñarnos lecciones de amor. A mostrarnos que dando es como se recibe y amando es como alcanzamos la salvación. Jesús declaró: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34).
Todos experimentamos dolor en el transcurso de la vida, pero las personas que ayudan a otras superan más rápidamente su dolor. Esto sucede porque no se concentran en sí mismas, sino en cómo pueden hacer para aminorar el sufrimiento de los demás. La Biblia declara: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros» (Gálatas 6:2).
Cuando enfrentamos situaciones difíciles tendemos a mirar hacia adentro, sin embargo, el Señor nos pide que miremos hacia afuera. Siempre habrá alguien que necesite de ti y tú siempre necesitarás de alguien. Dirígete hacia quienes precisan ánimo y ayuda. Una carga compartida es una carga reducida, y el Señor te animará a medida que animas a otros.
Cuando tenemos a Cristo en el corazón, vemos de modo distinto a los demás, no por lo que pueden hacer por nosotros, sino por lo que podemos hacer por ellos. Aprendemos que «los que viven, ya no viven para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2ª Corintios 5:15).
Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com