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Vida en la Palabra: ¡Ríndanse!

Yo formo parte de la numerosa lista de personas que se vieron obligadas a emigrar debido a la crisis del país. Confieso que se necesita valor para meter cuatro cosas en una maleta y huir a otra nación. No es fácil vivir en Venezuela en los actuales momentos, pero tampoco es fácil vivir apartado de los seres queridos y mirar desde la pantalla de un celular cómo el país se desmorona. La Biblia dice que seremos probados. Dios continuamente probará nuestro carácter, nuestra fe y nuestra obediencia. Cada circunstancia adversa que vivimos es una prueba que nos ayuda a crecer y a madurar espiritualmente. Debemos aprender a ver los problemas como oportunidades, porque el sufrimiento nos acerca a Cristo y nos moldea a su imagen y semejanza. Santiago, el hermano de nuestro Señor, escribió: «Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada» (Santiago 1:2-5. NTV). Todo lo que nos pasa, inclusive las aflicciones, Dios lo ha permitido con un buen propósito. Por eso debemos alegrarnos en los sufrimientos, porque producirán en nosotros confianza y perseverancia en Cristo. Ahora somos seres imperfectos, frágiles, pero a medida que Dios nos pasa por el fuego de la prueba nos va perfeccionando hasta que llegamos a ser fuertes e íntegros. Lo que causa mayor ansiedad es no poder dominar las circunstancias. El reconocer que Dios está al control de todo lo que nos sucede es un gran alivio para el estrés. «¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Yo estoy por encima de las naciones! ¡Yo estoy por encima de toda la tierra!», dice el Señor (Salmo 46:10. DHH). Debemos dejar de tomar el lugar de Dios. Iniciemos cada día diciendo: «Señor, mi Dios, te rindo el control de mi vida, porque tú puedes controlar las cosas que yo no puedo controlar». ¡He ahí la paz! La paz llega cuando nos rendimos ante Dios. Como niños que confían ciegamente en su Padre le entregamos el control de nuestra vida, del país, del cónyuge, de los hijos, de los padres, del futuro… y clamamos: «Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Todo en este mundo es pasajero, hasta el sufrimiento, «pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1ª Juan 2:17).

Liliana Daymar González
Periodista
Lili15daymar@hotmail.com

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